
Jean-Marie Paugam, Director General Adjunto de la Organización Mundial del Comercio (OMC)
Lawrence Haddad, Director Ejecutivo de Global Alliance for Improved Nutrition (GAIN)
El comercio internacional de alimentos se ha consolidado como pilar de la seguridad alimentaria global, al movilizar diariamente casi 5.000 billones de kilocalorías, el doble que en 2000, y representar un sector valorado en 2,3 billones de dólares. Hoy, un 25 % de la producción mundial se comercializa, permitiendo que países con limitaciones productivas —como los Estados del Golfo (80-90 % de importaciones), Singapur (90 %) o Haití (50 %)— aseguren el abastecimiento.
Más allá de lo económico, el comercio ha tenido efectos directos en la nutrición y la salud: la diversidad alimentaria disponible gracias al intercambio internacional creció casi un 90 % en 2020 respecto a la producción interna, y un estudio de Nature Food (2022) estimó que el comercio de frutas, verduras, legumbres y frutos secos evitó 1,4 millones de muertes por enfermedades no transmisibles.
Sin embargo, la dependencia genera vulnerabilidades. La guerra en Ucrania mostró cómo los shocks en insumos clave —aceite de girasol y de palma— tuvieron consecuencias imprevistas en lugares lejanos, como la suspensión de programas de enriquecimiento en Bangladesh. Este ejemplo evidencia cómo las decisiones comerciales locales pueden tener repercusiones globales en la nutrición.
El desafío es orientar las políticas comerciales hacia objetivos de salud pública. Aranceles elevados sobre alimentos nutritivos y subsidios a productos poco saludables contradicen la lucha contra la malnutrición. Experiencias recientes muestran avances: Nigeria redujo aranceles de básicos como arroz, trigo y maíz; Fiji rebajó impuestos sobre frutas y verduras; y Samoa y Tonga introdujeron gravámenes a carnes grasas y bebidas azucaradas.
La OMC, mediante acuerdos sanitarios, técnicos y de facilitación, tiene herramientas para reforzar la inocuidad, mejorar el etiquetado, agilizar cadenas de suministro y reducir pérdidas nutricionales. Su papel será crucial para que el comercio contribuya no solo al crecimiento económico, sino también a la construcción de sistemas alimentarios más sanos, sostenibles y resilientes.